Consejos para conseguir que los hijos obedezcan

Cómo conseguir que mis hijos obedezcan

Los padres se preocupan por guiar a sus hijos en el camino de lo correcto y lo conveniente, pero no siempre consiguen que éstos les hagan caso, que sus hijos obedezcan. Como es bien sabido, los niños no tienen la capacidad de gobernarse y cuidarse por sí mismos. En este artículo abordaremos cuestiones que le serán útiles para su tarea de ayudar a sus hijos a crecer.

¿Qué pretende conseguir?

Lo primero que puede hacer como padre/madre es pararse a pensar cuál es su objetivo con el mandato que le está dando a su hijo. Supongamos que le está diciendo que se coma una manzana: ¿Qué pretende conseguir haciendo que su hijo se coma la manzana? Es posible que pretenda que coma sano, que se acostumbre a diferentes sabores y disfrute con la comida.

A veces nos obcecamos en que nuestros hijos obedezcan, como si lo valioso fuera conseguir hijos obedientes. Pero educar a los hijos en la obediencia genera mucha dependencia: si aprende a obedecer, su hijo necesitará siempre de alguien a quien obedecer. Se convertirá en un adulto a las órdenes de otro adulto, sin haber desarrollado la capacidad de tomar las decisiones por sí mismo.

¿Acaso el objetivo final no es que su hijo quiera, él mismo, comer un poco de todo, incluyendo sabores diferentes y alimentos sanos? Es decir, ¿Acaso el objetivo no es que llegue el momento en que los hijos interioricen los buenos valores y se vuelvan autónomos?

¿Están echando un pulso usted y su hijo?

A menudo los padres me piden que les ayude a que sus hijos obedezcan, porque tienen la sensación de que se les echan encima, los retan, les toman el pelo o se salen siempre con la suya. Siguiendo con el ejemplo anterior, si su hijo no se come la manzana usted puede vivirlo como un ataque personal: me está retando, no me respeta. En ese caso estaría perdiendo el foco de su principal objetivo (que su hijo disfrute comiendo sano y variado) y lo estaría poniendo en su necesidad personal de ser obedecido.

En nuestro fuero interno todos tenemos una versión propia infantil que desea que las cosas ocurran a nuestra manera, cuando y como queremos. Echamos un pulso con nuestros hijos cuando nuestros aspectos infantiles entran en combate con los verdaderos niños, que son los hijos. Cuando nuestros aspectos infantiles nos gobiernan, perdemos el foco como padres, dándole más importancia a que el niño se coma la manzana porque yo lo digo y soy la autoridad, que a permitir a su hijo explorar con la comida para cogerle el gusto.

Entonces, ¿dejo que mi hijo decida siempre?

Si existe un abanico infinito de posibles elecciones que su hijo podría tomar, exigirle obedecer sí o sí a una sola cosa sería cerrar el abanico. Por otro lado, darle absoluta libertad sería abrumar a su hijo con una infinidad de posibilidades en las que todavía no está preparado para pensar. El abanico cerrado sería comerse la manzana sí o sí porque lo digo yo. El abanico infinito sería dejar que el niño decida cuándo, cuánto, dónde, qué y cómo comer. Un término medio sería ofrecerle un abanico abierto pero limitado en opciones. A medida que crezca, su hijo podrá ir haciéndose cargo de cada vez más decisiones, de una abanico cada vez más abierto. Porque irá aprendiendo a autogestionarse, es decir, que irá madurando.

Siguiendo el ejemplo de la manzana, usted podría abrir un poco el abanico y ofrecer a su hijo otras opciones de alimento sanas, para que, entre todas ellas, él eligiera. Así, estaría ayudando a que su hijo experimentara con los sabores de forma agradable y sin exigencias, pero a la vez le estaría marcando el límite de solo opciones de comida saludable. Quizás un día elija plátano, quizás otro manzana, y otro día se vaya a la cama sin cenar porque no quiera nada de lo que su limitado abanico le ofrece. En todo caso estará explorando, saboreando, pasando hambre y aprendiendo. Puede que nunca le gusten las manzanas, pero puede que termine adorando la pera, que también es saludable. Y de eso se trata, ¿no?

¿Está dando el ejemplo?

La mejor manera de enseñar es con el ejemplo. Eso no significa que usted deba hacer todo lo que pretenda que su hijo haga, pero sí es importante que haya coherencia entre su mensaje y sus actos, porque los hijos se fijan sobre todo en los actos. Si manda a sus hijos a la cama a las nueve, seguramente sea porque desea que descansen; y si les manda estudiar dos horas, porque desea que desarrollen un hábito de estudio. No es necesario que usted se acueste a las nueve y estudie para que ellos repitan su ejemplo, pero sí sería buena idea que les mostrara ese modelo de descanso y de disciplina en otros momentos. Por ejemplo, siendo usted mismo disciplinado con sus obligaciones y cuidando su descanso a su manera.

¿Cómo está transmitiendo su mensaje?

Después de esta lectura, usted se puede parar a pensar cuáles son los valores y las enseñanzas finales que le gustaría transmitir a sus hijos. Después, se puede preguntar si en algunos momentos pierde el foco y echa un pulso, dejándose llevar por su deseo infantil de que las cosas salgan como usted quiere. Porque una cosa es que nos propongamos transmitir ciertas enseñanzas, y otra distinta es desear, egoístamente, que nuestros hijos sean lo que nosotros queremos que sean. Es importante que sepa que es humano verse gobernado a veces por nuestros aspectos infantiles, y que lo importante es darse cuenta para ponerle un remedio.

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