Arrepentirse de ser madre es una sensación poco hablada o reconocida, y sin embargo más habitual de lo que pensamos. En este artículo de Voz al Ello se le dará voz a una madre que atraviesa esta experiencia, que se arrepiente de ser madre. Después analizaremos su situación desde el punto de vista psicológico.
Deseaba ser madre, sin embargo, el día que llegué del hospital con mi bebé, nada más entrar por la puerta, me puse a llorar de manera desconsolada. «Con lo bien que estábamos tú y yo…» –le dije a mi pareja– y él se asustó.
Al ver mi salón y saber que ya nunca más íbamos a ser dos tirados en el sofá, con el tiempo a nuestra disposición, me abrumó una terrible sensación de vértigo y miedo. Mi vida había cambiado.
Ahora pasamos noches sin dormir y días con la sensación de no vivir. Estoy tan cansada que no recuerdo lo que hago, a veces me sorprende tener a mi bebé en brazos porque no recuerdo haberla cogido y tampoco sé si la he alimentado.
Sus llantos son inconsolables. No sé por qué llora y juraría que ni ella sabe lo que le pasa. Mi hija no se hace entender y yo no consigo descifrar lo que necesita de mí. Me gustaría explicarle que no le entiendo y que siento no poder hacerlo mejor.
Yo no imaginaba que ser madre sería así. Ahora que lo sé, me arrepiento de ser madre. Echo de menos mi tranquilidad y mi tiempo. Y me arrepiento de perder los nervios, de apretarle fuerte los brazos cuando me desespera su llanto, de ponerme a chillar al menos una vez al día.
Es muy difícil desear plenamente algo que en realidad desconoces. Algunas personas eligen hacer una carrera universitaria sintiendo una enorme vocación y deseo por ella. Sin embargo, en el primer y segundo año, muchas de estas personas abandonan sus estudios porque descubren no se parecen a lo que habían imaginado.
Lo mismo puede ocurrir con la experiencia de ser madre. Una mujer siente vocación por la maternidad y sin embargo, cuando tiene el bebé, la expectativa supera a la realidad. Lo que pasa es que, a diferencia del ejemplo de la universidad, en este caso es más complicado cambiar de planes. Y precisamente porque no hay una solución tan rápida y sencilla como cambiar de carrera, el desengaño sobre la maternidad resulta mucho más frustrante y doloroso.
Convertirse en madre supone un cambio permanente que altera muchos aspectos de la vida: aunque se gana un hijo, se pierden muchas cosas. Se pierden horas de sueño, estabilidad emocional, concentración, planes sociales, orden en casa, limpieza, higiene personal, apetito sexual, tiempo de pareja, energía para hacer cosas incluso cuando hay tiempo para hacerlas…
Recordemos que siempre que perdemos algo necesariamente atravesamos un período de duelo, en el que primeramente nos enfadamos, lloramos y/o nos bloqueamos para, tiempo después, aceptar la pérdida y adaptarnos a la nueva vida sin aquello que perdimos. De la misma manera, hacerse madre supone sufrir un duelo.
Un primer paso para empezar a superar este duelo es permitirse sentirlo: no culpabilizarse por estar enfadada, triste ni frustrada. Tratar de ser comprensiva y recordar que cualquier pensamiento es humano, incluidos el enfado y el arrepentimiento. Tratar también de ser paciente, ya que todo cambio y toda pérdida necesitan de un tiempo para adaptarnos y hacernos a la idea.