¿Cómo poner límites a los hijos?

Poner límites a los hijos – Parte II: ¿Cómo hacerlo?

Poner límites a los hijos no es una tarea siempre sencilla, y es que requiere de mucha paciencia por parte de los padres y sobre todo de la capacidad para recordar que ponerlos es un beneficio a largo plazo para sus hijos aunque en el momento pueda resultar frustrante. Antes de leer sobre cómo poner los límites a los hijos, sería conveniente que entendiera primero qué son y para qué sirven. Puede leer un artículo sobre este tema en el siguiente enlace: Poner límites a los hijos – Parte I: ¿Para qué?

¿Cómo poner límites a los hijos?

Muchas veces nos da apuro marcar los límites a nuestros hijos temiendo convertir nuestra convivencia con ellos en una pelea, una lucha desagradable o un abuso excesivo de nuestra autoridad y poder sobre ellos. Es importante saber que el castigo y el regaño son solo una forma de marcar límites, pero que existen también otras. Enumeremos aquí una lista de posibilidades y ejemplos:

Con simples gestos

Los niños agradecen los límites porque éstos los guían en el camino de lo conveniente y lo inconveniente. Por ello muchas veces observamos cómo antes de emprender una acción buscan nuestra mirada para saber si parar o seguir adelante. Si nuestro hijo nos mira justo antes de pegar un empujón a su hermana, con un simple gesto de desacuerdo podemos desaprobar dicha acción y enseñar a nuestro hijo que eso no debe hacerse. Le estaremos marcando un límite con nuestro gesto.

Con simples frases

Hijo: Mamá, ¿Puedo dejarme los guisantes?

Madre: No

Hijo: ¿Pero por qué?

Madre: Porque lo digo yo

Ésta sería una manera de marcar a un hijo el límite entre lo que él desea y lo que debe hacer. A veces no es necesario entrar en razonamientos ni explicaciones sobre lo recomendable de los guisantes. No es necesario porque a este hijo no le interesa saber sobre las propiedades de los alimentos, sino que lo que está investigando es si puede decidir lo que comer o si debe obedecer.

Con simples silencios

Hijo: Papá, ¿Puedo quedarme viendo la tele?

Padre: No, cariño. Es tarde ya. A la cama.

Hijo: Pero si no tengo sueño…

Padre: Ahora no, pero si te quedas viendo la tele mañana lo tendrás. Venga, a la cama.

Hijo: ¿Pero por qué?

Padre: …

Hijo: ¿¡Por qué??

Padre: …

A veces un silencio vale más que mil palabras, sobre todo cuando las palabras ya han sido pronunciadas y no sirven para nada. Volver a dar explicaciones o entrar en una discusión podría enviar el mensaje contrario al deseado a nuestro hijo: el mensaje de que si quiere retrasar el momento de irse a la cama bastará con ponerse a discutir con su padre. Por ello, a veces un silencio marca un límite y enseña.

Con normas

Tener una serie de normas establecidas en casa es una buena manera de ahorrarse tiempo en discusiones y explicaciones. Si un niño sabe que en casa hay que acostarse a tal hora, lavarse los dientes antes de dormir, recoger su plato después de comer, etc., será más sencillo para él saber qué es lo correcto en esos momentos. De la misma manera, si en casa por norma no está permitido pegar, chillar ni insultar, nuestro hijo sabrá que hacer eso estará mal y evitará hacerlo.

Con regaños y castigos

Muchos padres temen ser poco comprensivos con sus hijos si los regañan o castigan. Debemos ser comprensivos con nuestro hijos y entender que su aprendizaje sobre lo que está bien y lo que está mal es un proceso, y que en este proceso necesitan portarse bien y mal para aprender de ello. Pero no podrán aprender de lo que está mal si no somos claros con nuestras reacciones.

Por ejemplo, si nuestro hijo pega a un niño, regañarlo y castigarlo por ello no necesariamente será una falta de comprensión hacia él. En nuestro hijo debe calar bien el mensaje de que pegar no es aceptable, y como no es aceptable, sus padres no lo aceptan. Si después de pegar le damos un abrazo, le pedimos que se calme y le decimos que eso está mal, nuestro hijo no entenderá que pegar es inaceptable: entenderá que después de pegar alguien lo abrazará y le dará un beso. Si queremos que nuestro hijo reciba un mensaje claro, debemos ser consecuentes con ello y lanzarle un mensaje lo menos confuso y contradictorio posible: No se pega, vete a tu habitación castigado.

Con reconocimientos

Si después de vivir esta escena en la que nuestro hijo pega, tiempo después presenciamos una escena parecida pero sin que nuestro hijo llegue a pegar a nadie, será un buen momento para reconocer su cambio: Así me gusta hijo, que no hayas pegado. Qué bien te has portado. Ése sí sería un buen momento para darle un beso y abrazarlo. Le estaríamos dejando más claro aún el mensaje de que pegar está mal y no pegar está bien.

Si sigue teniendo preguntas sobre este tema y no encuentra las respuestas en esta sección, no dude en hacernos la pregunta directamente aquí.

Carmen G. Rosado Bordallo